Los últimos toques del '10' crema

¡Buenos días!

Una vida de fútbol, amor crema y sueños por heredar.  José Manuel “Moyo” Contreras repasa su recorrido desde los juegos en Nimajuyú hasta convertirse en referente de Comunicaciones y la Selección. Habla del sacrificio de su madre tras la pérdida de su padre, de su formación en el extranjero y de los retos de la liga nacional. Consciente de que el retiro está cerca, asegura que quiere seguir ligado al balompié para transmitir a nuevas generaciones la pasión que marcó su vida.

Los pueblos que se quedan sin jóvenes. En los municipios de Casillas, Nueva Santa Rosa y San Rafael las Flores, la migración juvenil vacía comunidades enteras. Familias estructuras, campos sin mano de obra y calles donde predominan niños y adultos mayores son la nueva realidad. El éxodo generacional refleja una tendencia nacional marcada por pobreza, desempleo y falta de oportunidades.

Colombia revive la sombra del terrorismo. Alejandro Palmieri analiza cómo los atentados simultáneos en Cali y Antioquía dejaron más de 30 muertos y evidencian el surgimiento del narcoterrorismo en Colombia. Las políticas de “Paz Total” de Gustavo Petro y el debilitamiento militar durante la gestión de Iván Velásquez han abierto espacio para que disidencias y carteles retomen el control territorial.

FUTBOLISTA PROFESIONAL Y CAPITÁN DE COMUNICACIONES F.C.

José Manuel “Moyo” Contreras:

“Mi retiro está cerca… no llego al 2027”

Por: María José Aresti

José Manuel “Moyo” Contreras forjó su camino al fútbol profesional entre juegos de barrio y la pasión heredada por Comunicaciones. Lo que comenzó como tardes de diversión con amigos terminó convirtiéndose en una carrera marcada por títulos y un profundo amor por el balón. La figura de su madre, quien lo acompañó en cada paso tras la ausencia temprana de su padre, se convirtió en un pilar de su historia.

Con la madurez de los años, Contreras repasa los retos de jugar en el extranjero, la presión de vestir la camiseta nacional y el cariño recibido en el fútbol nacional. Consciente de que el retiro está más cerca que una nueva renovación, el “Moyo” comparte su deseo de seguir ligado al fútbol para transmitir a las nuevas generaciones el amor por un deporte que marcó su vida.

¿Cumpliste tu sueño de niño?

— En mi época de niño se jugaba mucho en el barrio. Era la diversión principal: después del colegio hacíamos deberes y luego salíamos al parque o a la calle con los amigos.

El fútbol siempre fue el deporte más accesible. Bastaba una pelota de plástico para ser feliz. Hoy la tecnología ha cambiado todo; antes no hacía falta obligar a los niños a salir de casa. Desde pequeño tuve claro mi sueño: ser futbolista.

¿Por qué decidiste empezar en las fuerzas básicas de Comunicaciones?

— Siempre fui aficionado crema. Mi tío jugó en Comunicaciones y mi papá nos llevaba seguido al estadio. Mi hermano es rojo, entonces siempre existía esa pelea. En el barrio la mayoría eran rojos, y muy pocos éramos cremas.

Cuando tenía 14 o 15 años, un primo le habló a mi mamá para llevarme a realizar una prueba en el Campo Marte. Yo no quería porque era feliz jugando todas las tardes en la calle en Nimajuyú. Decía: “No, si voy a entrenar, ya no voy a estar con mis amigos”. 

Al final fui y quedé seleccionado para la Sub-17, pero aún tenía edad para la Sub-15. Me mandaron a Amatitlán, hice la prueba y me quedé. Ahí empezó mi historia con Comunicaciones.

¿Eras consciente de que no querías ir a esa primera prueba?

— Sí. Le decía a mi mamá que no quería, pero mi primo insistía: “Tía, usted no lo deja ir”. Ella respondía: “Sí, yo sí quiero, pero él no quiere”. Al final me convencieron, y fue la mejor decisión de mi vida.

¿Qué rol ha jugado tu mamá en tu carrera?

— Ha sido la número uno en todo. Perdí a mi papá cuando tenía cuatro años y ella se quedó sola con tres hijos. Todo lo que logré es mérito suyo. Cuando volvía enojado de los entrenos y decía “ya no quiero ir”, ella me animaba: “Tranquilo, vos seguí, luchá por tu sueño”.

Se sacrificó económicamente a pesar de las carencias. Hasta hoy me llama antes de cada partido para desearme suerte y luego hablamos. Gracias a ella tuve la carrera que tengo.

¿Cómo fue tu experiencia en el extranjero?

— Ir a Argentina marcó mi vida. No solo en lo deportivo, sino en lo personal. Vivía con mi mamá y no hacía nada en casa. Allá aprendí a cocinar, lavar, pagar cuentas… entendí el esfuerzo de mi mamá.

En lo futbolístico llegué a una liga muy competitiva. El primer día en el camerino todos me miraban como “la nueva competencia”. Algunos ni sabían dónde quedaba Guatemala. Eso te endurece, pero también abre puertas. Con los días, la convivencia y el trabajo, se me abrieron las puertas. Me conocieron y me gané su respeto.

¿Se puede comparar la presión del camerino con la de la afición?

— Es distinta. A los 23 años fue duro dejar a mi familia. En Argentina los referentes se hacen sentir y hay reglas claras en el grupo. La presión en la cancha ya la conocía, aunque allá se vive con mucha más intensidad. Eso me ayudó a crecer como jugador y persona.

¿Cómo fue la decisión de dejar Comunicaciones e irte a Antigua GFC?

— No fue mi decisión. Había firmado por tres años y a los seis meses me dijeron que ya no estaba en los planes. Fue doloroso porque quería quedarme, además acababa de nacer mi hija.

En Antigua me costó adaptarme, pero fueron dos años y medio hermosos. Es una ciudad preciosa, la gente me recibió muy bien. Estoy muy agradecido con la gente, directivos, aficionados y compañeros.

Ganamos dos torneos y formamos un grupo unido. Allá la convivencia era fácil: en diez minutos estabas en casa de un compañero. Siempre le tendré cariño a Antigua porque me abrió la puerta en un momento difícil.

¿Cómo viviste tu regreso a Comunicaciones?

— Fue complicado por todo lo que se decía cuando me fui y cuando volví. Algunos en Antigua pensaron que había jugado con ellos, pero no fue así.

Volver a Comunicaciones me hizo feliz. Era mi reto personal regresar y retirarme donde todo empezó. Me sentí feliz al tener la oportunidad de volver.

¿Está más cerca otra renovación o el retiro?

— Firmé un año más: este torneo y seis meses adicionales. Pero sé que estoy más cerca del retiro que de otra renovación.

Aún disfruto entrenar, no me gusta perder y quiero títulos, pero llegará el momento de dar un paso al costado.

¿Te ves jugando en 2027?

— Mi retiro está cerca… no llego al 2027.

¿Crees que se logrará clasificar al Mundial?

— Hace unos meses nadie esperaba nada, pero ahora la Selección volvió a emocionar. Sin embargo, cuando las cosas no salen, la crítica es durísima y en redes sociales incluso llegan las amenazas. Eso afecta mucho a los jugadores y sus familias.

Aun así, tengo fe en que estaremos en el Mundial. Es fútbol y puede pasar cualquier cosa, pero hay que apoyar, estar positivos y enviar buena energía.

¿Cuál ha sido tu momento más frustrante en un camerino?

— El final de las eliminatorias, cuando quedamos fuera. Ese último partido dolió mucho. Entrar al camerino era como un funeral: silencio, lágrimas, frustración. Cuesta reponerse, porque después vuelves al club y la gente aún te recrimina por lo ocurrido. Ojalá ahora sea distinto y podamos celebrar.

¿Cómo recibes el comentario de “liga granjera”?

— Pasa en muchas ligas, pero aquí solemos dar más importancia al amarillismo que a lo positivo.

Es cierto que falta infraestructura y estadios dignos. Centroamérica ha avanzado y nosotros nos hemos quedado. Duele porque convivimos en eso a diario, pero también hay mejoras que no se reconocen.

¿El fútbol guatemalteco es profesional?

— Ha cambiado, aunque falta mucho. Aquí todos estamos involucrados: jugadores, directivos, árbitros y aficionados. Un atleta te dirá que no tiene recursos, un árbitro también, y los futbolistas lo mismo. Los que salieron al extranjero vieron ligas mucho más avanzadas. Por eso decimos que estamos estancados, sin dar el salto necesario.

¿Qué va a pasar después de tu retiro?

— Mi idea es seguir ligado al fútbol. Me gustaría continuar en el club, compartir y transmitir a las nuevas generaciones. Quiero ser técnico. Ya hice el curso teórico, me faltan las prácticas. Todo será un proceso de quemar etapas hasta, ojalá, llegar a dirigir a Comunicaciones.

Fotos: Diego Cabrera / República

 
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Glenda Sánchez y Gérman Gómez
Escasez de jóvenes: el caso de tres municipios de Santa Rosa
1076 palabras | 4 minutos de lectura

Casillas, Nueva Santa Rosa y San Rafael las Flores, son tres municipios del departamento de Santa Rosa, al suroriente del país. Las tres comunidades comparten una circunstancia crítica en su día a día: la evidente ausencia de jóvenes. Esta realidad, cada vez más común en zonas rurales del país, deja vacíos en la vida comunitaria y familiar. 

Los jóvenes migran en busca de mejores oportunidades de empleo y estudio, aunque la última opción es menos recurrente. En el interior del país, prepararse académicamente es un “privilegio” que no todos pueden permitirse. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en las áreas rurales el analfabetismo alcanza hasta un 75 %. 

La búsqueda de una vida mejor amplió la brecha generacional de las comunidades. Es decir, los jóvenes entienden que la migración es el único camino para “salir de la pobreza”. Los lugares a los que más se trasladan son: la ciudad de Guatemala, México o EE. UU. Aunque el sueño americano es la primera opción, no siempre lo alcanzan. En este caso, se quedan en territorio mexicano o en la capital, donde trabajan de “lo que encuentren”. 

La juventud que se va 

María, una mujer de 58 años del municipio de Casillas, comenta que este año fue especialmente difícil recolectar la fruta del café. La razón: carecen de mano de obra joven. “A diferencia de otros años, yo tuve que acompañar a mi esposo —René— al terreno porque los jóvenes ya no están. No hay interés. Me costó porque, ya estoy grande, no tengo las mismas fuerzas que antes”.  

María es la hija mayor de Rosa y Miguel, una pareja que nació en Casillas. Ambos se casaron hace más de 30 años y a lo largo de ese tiempo procrearon a ocho hijos, quienes incrementaron la familia hasta llegar a los 38 integrantes. Sin embargo, más del 60 % de ellos migró: 23 fuera del municipio y 15 aún viven en él. 

Los familiares que migraron a la ciudad y a EE. UU. ya no regresaron. La realidad que enfrentó la familia expone un “éxodo generacional” que transforma y condiciona el desarrollo de la comunidad. Misma situación que se vive en Nueva Santa Rosa y en San Rafael las Flores. 

En estos municipios, dos familias relataron que sufrieron de desintegración familiar por la migración. En Nueva Santa Rosa, una familia de cinco integrantes —papá, mamá y tres hijos— se dividió. Tan solo los padres viven en la localidad. Todos los jóvenes —una mujer y dos hombres— migraron a la ciudad, donde se establecieron. Rara vez regresan de visita.

La familia de San Rafael de las Flores cuenta que ellos, en total, son nueve integrantes, pero solo una de las hijas vive en el municipio, cerca de sus padres. Los otros hermanos migraron: dos a EE. UU. y cuatro a la ciudad. Sin embargo, los que cumplieron su sueño americano fueron deportados recientemente y se quedaron a “vivir” con sus hermanos de la capital. No regresaron a su municipio.

Para el economista e investigador del Centro Nacional de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), Hugo Maul, el fenómeno está lejos de desaparecer. “Es un patrón que continuará, porque todos los jóvenes buscan mejorar su condición de vida. En la migración encontraron una solución”.

Al carecer de jóvenes que le apoyen con el trabajo de campo, María evita salir de su casa, pues tiene que ocuparse de las siembras. Ella cuenta que viaja muy poco a la ciudad de Guatemala, y en caso de hacerlo, es para consultar al médico. En su comunidad participa de actividades religiosas y recreativas, pero en estas, la mayoría de los asistentes son personas mayores. Ya no hay jóvenes. “Son contados”, dice.

La migración como solución 

Una de las amigas de la familia de María es Katterin, y desde hace varios años los visita. Además, mantiene comunicación constante con ellos. En una reciente reunión de la comunidad, notó que los asistentes eran personas mayores y niños. El grupo de adolescentes y jóvenes era reducido. Y el tema de conversación de estos era sobre migración. 

“Escuché la conversación de los jóvenes. El tema giraba en torno a migrar a Guate o a EE. UU. para trabajar. La mayoría de sus familiares se encuentra ya en el país del norte o en la capital”, narra Katterin. En el pueblo, las principales fuentes de empleo dependen de los comercios locales y de la agricultura, en especial, del cultivo del café. No obstante, ya no atraen suficiente mano joven. 

Lo que viven en Casillas no es una situación exclusiva. Todo lo contrario, sucede lo mismo en muchos municipios aledaños, como Nueva Santa Rosa y San Rafael Las llores. En los últimos años, se ha registrado una creciente migración de adolescentes y jóvenes. Un fenómeno que comienza a tener impacto en las comunidades y en la región. 

Este caso local refleja un movimiento más amplio. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), “la mitad de los migrantes recientes son jóvenes menores de 24 años, y de ellos, el 25 % son menores de 20”. Las causas más comunes son la pobreza, el desempleo y la violencia. 

Maul enfatiza que el fenómeno está en toda la región de Oriente, pero que no es la única. “El país entero, en varios sectores, carece de mano de obra joven. Esto se da porque la fuerza laboral migró y hay escasa participación de los que aún no lo han hecho”. 

El Índice de Competitividad Local (ICL), de la Fundación para el Desarrollo de Guatemala (FUNDESA), busca determinar la productividad en cada municipio del país. La información disponible resalta que Casillas tiene un 35 % de fuerza laboral y talento. Esto lo coloca en un sector de productividad baja en el país. Respecto al tamaño del mercado, tiene un 12 %. 

En comparación con los otros 14 municipios de Santa Rosa, Casillas ocupa el segundo lugar con el porcentaje más bajo de la fuerza laboral. El primero lo tiene Pueblo Nuevo Viñas con 26 %.  

La historia de la familia de Casillas, de María, René y sus descendientes, es el ejemplo de una tendencia que los municipios rurales del país enfrentan: la pérdida de su juventud. La migración, como “estrategia para mejorar condiciones de vida”, se convirtió en una respuesta usual. Sin embargo, deja tras de sí comunidades envejecidas, con menos fuerza laboral y menor capacidad de sustentarse. 

 

 
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UN MENSAJE DE LA SUPERINTENDENCIA DE BANCOS
Un espacio para pensar el futuro del sistema financiero

La Superintendencia de Bancos de Guatemala, le invita a ser parte de un evento que reúne a expertos nacionales e internacionales para reflexionar sobre los principales desafíos y oportunidades del sistema financiero.

Qué destacar. Durante dos jornadas se abordarán temas clave como el comportamiento del mercado, inteligencia artificial, seguridad bancaria, gestión de riesgos, el futuro del seguro, entre otros.

  • El objetivo de estas conferencias es brindar a los participantes un espacio de diálogo y reflexión.

  • Fomentando un entorno propicio para el intercambio de ideas, experiencias y perspectivas sobre las tendencias emergentes y las mejores prácticas del sector.

Datos. La Conferencia sobre Supervisión Financiera se llevará a cabo el próximo 1 y 2 de septiembre en el Auditorio Papa Francisco de la Universidad Rafael Landívar.

  • Regístrese aquí.

  • Participe, aprenda y viva una experiencia única.

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Alejandro Palmieri
Un regreso al terror bajo Gustavo Petro

Colombia enfrenta una de las peores crisis de seguridad en décadas, marcada por un resurgimiento del terrorismo que evoca los oscuros años del conflicto armado. En las últimas horas, el país ha sido sacudido por atentados simultáneos que dejan un saldo trágico: en Cali, un ataque con explosivos contra la Base Aérea Marco Fidel Suárez causó al menos 18 muertos y decenas de heridos, mientras que en Amalfi, Antioquia, un helicóptero policial fue derribado con drones, matando a 13 uniformados. Estos actos, atribuidos a disidencias de las FARC y el ELN, no son aislados; forman parte de una ola de violencia que incluye masacres, desplazamientos masivos y extorsiones, con más de 950 000 afectados en 2025, según la ONU. A esto se suma el magnicidio de Miguel Uribe Turbay —senador y precandidato presidencial—, en junio de este año, durante un mitin en Bogotá. 

Este panorama no es fortuito, sino el resultado directo de políticas fallidas del gobierno de Gustavo Petro. Como miembro del M-19 —grupo guerrillero responsable de atentados históricos como la toma del Palacio de Justicia en 1985—, Petro ha adoptado una postura conciliadora hacia exguerrilleros y disidencias, bajo el pretexto de la “Paz Total”. Esta política ha incluido ceses al fuego unilaterales, ilegales suspensiones de órdenes de captura y financiamiento indirecto a grupos armados, permitiendo su reorganización y expansión territorial. El resultado: el narcoterrorismo ha retomado el control en regiones como Cauca, Catatumbo y Putumayo, con un aumento en la producción de coca y ataques que no se veían desde los años 90. Petro, mientras él “vive sabroso”, ignora advertencias sobre ofensivas guerrilleras, priorizando diálogos que empoderan a criminales, como se evidencia en los 16 atentados en Cali y el sur en junio, y la reciente escalada. Su pasado en el M-19 influye directamente en una lenidad que envalentona a estos grupos, convirtiendo a Colombia en un narcoestado fragmentado donde la violencia es herramienta para perpetuarse en el poder. 

De la conciliación al retroceso: los efectos no previstos de la Paz Total

El segundo responsable de la debacle es Iván Velásquez, exministro de Defensa hasta inicios de este año, quien desmanteló la institucionalidad del ministerio. Bajo su gestión, se purgaron oficiales clave, se redujo la inteligencia militar y se priorizaron reformas ideológicas sobre operatividad. Esto dejó a las Fuerzas Armadas sin capacidad para anticipar amenazas, como los drones usados en Antioquia o los explosivos en Cali. Velásquez, con su enfoque en “seguridad humana” en detrimento de la fuerza disuasiva, facilitó el colapso actual, donde policías y soldados son blanco fácil. 

Pero la narco violencia no es el único legado de Petro; continuos escándalos de corrupción —que involucran a uno de sus hijos—, abuso de poder, constantes cambios en su gabinete, ya sea por las causas antes mencionadas, o por caprichos presidenciales, y un largo etcétera, son lo que deja este experimento colombiano. Más allá de su verborrea cuasi mesiánica, sus acciones —e inacciones— tienen sumida a Colombia en la debacle.

La crisis bajo Petro representa un retroceso deliberado: de la paz relativa post-2016 a un caos que amenaza la democracia. Los colombianos necesitan una oposición unida para recuperar la seguridad en 2026. Colombia no puede permitir que el legado de un guerrillero sea más sangre y destrucción.  

 
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Lecturas de fin de semana:

Por: Ana González

Por: Alice Utrera