Entre santos y exorcismos

¡Buenos días!

Cuando la fe se enfrenta al demonio. En el marco del Día de Todos los Santos, el sacerdote español y exorcista Abelardo Pérez Ruiz alertó sobre el auge de la brujería en Guatemala, especialmente en torno al culto a Maximón. Asegura que muchas personas buscan soluciones fuera de la fe cristiana y abren “puertas al demonio”. Según su experiencia, los casos de posesión se han multiplicado y solo la oración y el exorcismo pueden vencer al mal.

Entre tumbas y calma: la vida en el Cementerio General. El camposanto no es lugar de fantasmas, sino de trabajo y memoria. Jorge y Antonio, quienes han dedicado décadas a cuidar sus calles y mausoleos, aseguran que lo que importa no es el miedo, sino la tranquilidad y el respeto por quienes descansan allí. Entre rituales, historias y tumbas históricas, la vida y la muerte conviven en silencio.

Fechas con tradición. Las costumbres más queridas de los últimos meses del año: desde los platillos típicos y las reuniones familiares hasta las celebraciones que llenan de color y aroma cada rincón del país. Una mirada a cómo los guatemaltecos despiden el año entre fe, sabor y alegría.

De la “nueva primavera” al invierno político de Arévalo. Alejandro Palmieri analiza cómo, a casi dos años de gestión, el gobierno de Bernardo Arévalo enfrenta un desgaste acelerado marcado por errores legales, crisis mal manejadas y promesas incumplidas. Desde fallos en decretos y compras públicas hasta el escándalo por la fuga de reos, la administración Semilla se ve atrapada entre la inexperiencia y la soberbia. Lo que prometía renovación hoy se percibe como un ciclo repetido de ineptitud y desilusión.

SACERDOTE ESPAÑOL Y EXORCISTA

Padre Abelardo Pérez Ruiz: “Tenemos más brujos que perros en la calle

Por: Gérman Gómez

El sacerdote español y exorcista, Abelardo Pérez Ruiz, advirtió sobre el auge de la brujería en Guatemala. En especial, alrededor de la figura mística de Maximón. Muchas personas acuden a él en búsqueda de soluciones espirituales fuera de la fe cristiana. Afirmó que estas prácticas abren las puertas al demonio y dañan la vida moral y espiritual.

En este sentido, enfatizó que los casos de posesión demoníaca han aumentado y que el exorcismo es el medio más eficaz para enfrentarlos. La oración, la fe y la prudencia del exorcista son esenciales para vencer al mal.

¿Cómo vino a Guatemala? 

—Vine de España a colaborar con un querido obispo de la diócesis de Sololá. Él me pidió ayuda para formar a los sacerdotes de la región. Tristemente, murió hace muchos años. Ahora, allí sigo, aunque con menor dedicación. La vida es compleja y al mismo tiempo, muy rica para un sacerdote que ve tantísimas necesidades.

¿Cuándo empezó su labor de exorcista? 

—Cuando menos lo pensaba, se presentó la oportunidad, por no decir la necesidad, de atender a este tipo de personas [poseídas]. Descubrimos que efectivamente sufrían de trastornos en la salud física. También un poquito en la psíquica. Ellas necesitaban una atención espiritual urgente.

Al estudiar el fenómeno, enseguida descubrimos —porque había olor a azufre, como suele decirse, por utilizar una expresión muy gráfica y significativa— que era el demonio el que trastornaba la tranquilidad de esas personas.

¿Cómo actúa el maligno? 

—En mi experiencia, provocaba cambios de personalidad, hablaba por sus bocas y decía cosas fuera de lugar. Manifestaba un rechazo a todo lo religioso. Eso es muy típico del demonio. Y claro, había que atender a esas personas: niños, jovencitos, personas maduras, ancianos. Eran hombres y mujeres. Las mujeres eran más afectadas que los hombres. 

Así descubrí, poco a poco, todo un mundo. Empezó por un caso. Pensamos que era el único que podíamos encontrar, pero al poco tiempo aparecieron otros, de distintas características. En todos se adivinaba que el causante de esas enfermedades, trastornos de personalidad y sufrimiento era el demonio.

¿Qué tipo de manifestaciones hay?

—Me adentré en conocer las mañas del demonio y cómo es capaz de poseer a una persona. Entra en su órbita de tal modo que manipula despóticamente los miembros del cuerpo, por ejemplo, la boca. Habla a través de ella. También da manadas con las manos. Es violento, se burla y se ríe vulgarmente.

Hay manifestaciones en menor grado, o menos espectaculares. Muchas personas sufren molestias en su salud o en su cuerpo. Las llevan con los médicos del cuerpo y la mente, pero no obtienen ningún resultado positivo. Al buscar una respuesta espiritual, se descubre que son producto de una identidad diabólica. 

¿Algunas experiencias que recuerde? 

—A veces, muchas personas han pasado por distintas pruebas médicas, resonancias magnéticas, y no encuentran la solución a su enfermedad. Experimentan una presencia molesta, prolongada, mientras se someten a tratamientos médicos sin éxito. Y eso ya suele ser sospechoso: el causante de esos trastornos no es natural, sino que tiene un origen que va más allá. Es el demonio.

La sociedad está muy contaminada de estas prácticas. La experiencia [como exorcista] le lleva a uno a sospechar que muchos casos tienen origen diabólico. Hay padres que me dicen: “Ya no sé qué hacer, estoy desesperado, he gastado miles de quetzales y no me curo”. Puede ser una enfermedad crónica, pero muchas veces se demuestra que el origen es el diablo. 

¿Cómo logra discernir un exorcista cuándo es necesario practicar un exorcismo? 

—Aquí entra la práctica y la experiencia del exorcista. En mi caso, comencé sin experiencia ni maestros. Nadie me enseñó, porque no conocía a nadie que lo hiciera. Tuve que partir de cero. Sin embargo, la Iglesia, que tiene experiencia de siglos, ya dispone de un ritual de exorcismo y oraciones elaboradas desde hace mucho tiempo. 

En esos libros litúrgicos está recogida la sabiduría de siglos sobre cómo actúa el demonio en un proceso. Con esa experiencia de la Iglesia y con la atención del exorcista, uno debe discernir. A veces no hay certeza de si se trata de una posesión o no. En algunos casos es muy claro; en otros, no. Entonces se requiere intuición, estudio y olfato espiritual. 

El exorcista debe identificar si un paciente está poseído o simplemente maltratado o vejado por el demonio. Hay distintas formas en las que él trastorna la vida de las personas, sin poseerlas por completo. Eso lo da la experiencia. 

¿Qué caracteriza a un exorcista? 

El sacerdote que enfrenta al demonio debe hacerlo con oración y autoridad. Tiene que ser una persona prudente, experimentada y madura. La Iglesia confía al obispo la decisión de quién puede dedicarse a estas tareas. No todos los sacerdotes se comprometen en este ministerio. 

Además, muchos no se sienten preparados o incluso no creen en ello. Algunos obispos también lo atribuyen a trastornos mentales o frustraciones humanas, sin aceptar la dimensión espiritual del problema. No obstante, muchos de los casos llegan al exorcista después de pasar por médicos, psiquiatras y psicólogos sin solución.

He conocido casos así, como el de una joven mujer que, tras múltiples tratamientos médicos y psiquiátricos, solo encontró alivio en la oración. Desde que oramos por ella, está feliz y muchísimo mejor.

¿Hay otros sacerdotes en Guatemala dedicados a este ministerio de exorcismo? 

—Sí. Le contaré el caso de otros dos sacerdotes en la diócesis de Sololá, con quienes trabajo estrechamente. Ellos también dedican tiempo y energías a esta tarea, con total convencimiento. La experiencia los ha llevado a conocer más este mundo, al punto de que con pocas palabras pueden identificar a un poseído. 

Sin embargo, en Guatemala no hay muchos sacerdotes exorcistas. Es un trabajo muy delicado, y la Iglesia lo sabe. Por eso tiene normas y leyes para que se realice con prudencia. No hay que pensar que todos los casos son posesiones, ni confundir uno real con uno falso. 

¿Qué enseña la Iglesia católica sobre la naturaleza y el origen del demonio? 

—El demonio, sabemos todos los cristianos, católicos o no católicos con formación básica, que es lo que siempre ha dicho la Iglesia: es un ángel. Un ángel creado por Dios en un primer momento, creado con toda su maravillosa belleza, sabiduría y fortaleza, pero que en un determinado momento se rebeló contra Dios.

Dios les puso una prueba para medir su fidelidad, y no la superaron. Entonces se convirtieron en demonios. La palabra demonio viene del griego daimon, y designa a esos ángeles caídos. Están totalmente corrompidos y sin posibilidad de redención, porque las decisiones de los ángeles son irrevocables. 

¿Cómo son los demonios? 

—Están llenos de odio contra Dios y de soberbia. Se han empeñado en declararle la guerra y lo hacen al intentar corromper al ser humano. El demonio quiere que los hombres se rebelen contra Dios, lo ofendan y le vuelvan la espalda. En la historia de la humanidad hay muchas tragedias tras las cuales está Satanás.

Además, con el poder superior al del hombre, trata, en cuanto se le abre una puerta —y la brujería es una de ellas—, de llegar hasta las personas y afectar su salud corporal o mental. Odian a Dios y a la criatura humana a la que Él ama y ha redimido.

¿Cómo se manifiesta el demonio en distintas regiones del país? 

—En el interior del país se le da diferentes nombres al demonio. La mal llamada “santa” Muerte acapara los titulares de las noticias de la prensa cuando la policía descubre a un grupo de mareros que tienen un altar de veneración. Ellos trabajan y les dan la fe a esas prácticas. Hacen sus cosas con ayuda del demonio. 

No son todos, pero al menos algunos, por lo que aparece en la prensa. En las imágenes que se difunden se pueden ver algunas figuritas de un esqueleto —es la santa Muerte— y otro tipo de objetos. Todos significativos de las prácticas supersticiosas y disparatadas que practican muchas personas. 

¿Cómo varía el fenómeno de la muerte en Guatemala? 

—Se sabe que, en México, por ejemplo, está muy extendido el culto a la santa Muerte. Lo hacen a través de diversos ritos. Todo esto le sirve al demonio. Aquí el fenómeno más conocido es el de Maximón, que tiene sus templos en el país. 

Esto es una corrupción de la verdadera religión. Espantosa. Hace mucho daño a la fe y a las buenas costumbres, evidentemente.

¿Por qué hay tantas personas que acuden a los brujos? 

—Los pobres son las primeras víctimas. Arruinan su vida espiritual y moralmente por pedir un favor a cambio. Tienen que pagar un precio al brujo por el “servicio que hace”. El monto varía, pero está entre los GTQ 500 y los GTQ 1500. Algunos espiritistas indican que el “donativo” debe ser según su voluntad. 

Sin embargo, el que va a pedir un servicio no deja de ofrecerle al brujo su buen donativo o buena ofrenda. Es una cosa dramática todo esto. Da tristeza ver cómo a estas alturas, en pleno siglo XXI, todavía es tan activa la brujería. 

¿Cómo se vence al demonio? 

—Al diablo no se le puede vencer con medicinas, con pastillas, ni con tratamientos, sino con la oración. La oración del paciente y, de un modo especial, la oración de la Iglesia. El exorcismo tiene una fuerza extraordinaria para golpear al demonio.

¿Cómo entra el demonio en una persona y qué sucede durante una posesión? 

—Es difícil e imposible de describir, porque el demonio es un espíritu, puro espíritu. No tiene cuerpo. Cuando decimos que “entra”, es una forma de hablar. Dios creó a los ángeles con una naturaleza superior a la humana, y aunque se corrompieron, mantienen sus poderes sobre la naturaleza humana.

Pueden manipular el organismo de una persona y los órganos del habla, como la boca del poseso, a veces con claridad, otras casi sin entenderse. Es evidente que es el demonio. Se ríe, se burla, y es el mismísimo demonio quien habla.

¿Qué experimenta el poseído? 

—Es un misterio. No se puede explicar como una enfermedad médica. Es algo que va más allá de los sentidos. Sin embargo, a veces se percibe: el poseso se retuerce, convulsiona, da patadas. El demonio suplanta su conciencia. 

Cuando el demonio cesa su acción, el poseso se recupera y no recuerda lo que ha pasado. No sabe que el demonio ha hablado por su boca. Se da cuenta después, por el cambio que siente o porque se lo dicen. 

¿Considera que el fenómeno del mal crece en América Latina? 

—Sí. Esta sociedad latinoamericana vive un drama oculto, soterrado. No solo en Centroamérica, también en Colombia, México, EE. UU., Nicaragua, Honduras, Perú. Pero gracias a Dios, en las últimas décadas ha habido un despertar de la conciencia. Aparecen sacerdotes exorcistas —se supone que con permiso de los obispos— en muchas regiones. 

Los medios de comunicación nos traen noticias de exorcistas que hablan abiertamente de lo que sucede. Incluso en España, donde pensé que no ocurría. Ahora hay cada vez más sacerdotes exorcistas. En los últimos decenios, el número ha crecido en toda la Iglesia, especialmente en Italia. Esto se explica por la pérdida de la fe y de las buenas costumbres.

En la medida en que la fe se debilita, el demonio se hace fuerte y se mete en muchas vidas. 

¿Cómo reacciona la Iglesia ante sus advertencias sobre este fenómeno?

—Cuando hablo del tema en la conferencia episcopal, muchos obispos me toman por loco. Solo unos pocos me creen y me conocen. Otros dicen: “Este padre exagera”.

Yo les pido que lo estudien, que se acerquen a la realidad. No se puede dar un diagnóstico a distancia. Estamos rodeados de demonios, porque tenemos más brujos que perros en la calle. Cada brujo es una tentación para mucha gente que acude a él como profesional de la brujería. Lo hacen para conseguir lo que quieran a través del demonio.

¿Qué papel juegan las redes sociales en la difusión del ocultismo? 

—Hoy, con toda la tecnología, se nos inyecta contenido que no es cristiano. Hay una avalancha de mensajes e imágenes que fomentan la caída en manos de brujos. Antes no se veía tanto. Ahora, con las redes, abundan anuncios y videos de centros dedicados a la veneración del enemigo, del diablo, de demonios. 

¿Cómo podemos contrarrestar esta influencia y qué mensaje tiene para quienes no creen? 

—A los cristianos les digo que hay que fortalecer la oración y la vida de fe. A los que no son cristianos, no sé cómo llegar a ellos. A los cristianos los tenemos en misa, en la iglesia, en reuniones, en asambleas, con los padres de los colegios. 

A través de los medios de comunicación —como este que estamos usando— podemos hablar y difundir el mensaje. Pero el combate contra el mal exige compromiso, oración y fe constante. 

Fotos: Gérman Gómez / República

 
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Isabel Ortiz
Desde la ciudad de los santos: dos voces sin miedo entre vivos y tumbas
1304 palabras | 5 minutos de lectura

El silencio del Cementerio General tiene su propio ritmo. A esa hora en que el sol apenas roza las lápidas y las flores aún conservan el rocío, parece que todo duerme. Las avenidas de cipreses están vacías, y solo se escucha el eco de un rastrillo, el golpeteo de una escoba, un saludo entre trabajadores que se conocen de toda la vida.

Cualquiera daría por sentado que abundan las historias de espantos y aparecidos. Sin embargo, no es así. No es el caso.

Aquí, entre mausoleos que datan de la construcción del cementerio en 1881, quienes realmente viven entre los muertos aseguran que no hay fantasmas. El miedo no recorre estas calles de mármol, sino que se queda fuera, entre los vivos.

Jorge Gómez lo dice sin pensarlo demasiado. Tiene 50 años y lleva 40 viniendo al cementerio, desde que su tío —también trabajador del lugar— lo llevó por primera vez siendo apenas un niño. “Desde entonces no hay día que no venga”, cuenta. “Este cementerio me dio la vida. Me dio trabajo, paz… y un lugar para cuando me toque quedarme”.

Nichos en la 2ª calle, cuadro 10 del Cementerio General, donde reposan decenas de familias guatemaltecas. Foto: Alice Utrera

Su tío, quien le enseñó a cuidar tumbas y a no temerle a la muerte, está enterrado ahí mismo. Jorge pasa junto a su lápida cada mañana camino al trabajo. “Para mí, el cementerio es bendecido”, dice. “Aquí no pasa nada. Si hay que tenerle miedo a alguien, es a los vivos”.

Camina despacio entre los mausoleos de mármol. Algunos llevan apellidos conocidos —Castillo, Botrán—, otros son de familias que hace años dejaron de venir. Cuida varias de esas propiedades privadas: limpia, pinta, poda los jardines y cobra unos doscientos quetzales por cada una. “A veces las familias se van del país y ya no regresan. Pero yo sigo cuidando sus tumbas. Alguien tiene que hacerlo”, comenta.

El camposanto, con sus veintiséis manzanas de extensión, es casi una ciudad. Un espacio dividido en cuadros y galerías donde conviven la historia y el olvido. Aquí descansan expresidentes como Jacobo Árbenz Guzmán y Justo Rufino Barrios, la niña de Guatemala —María García Granados, hija del expresidente Miguel García Granados, inmortalizada en el poema que le dedicó José Martí—, la profesora María Chinchilla Recinos —maestra asesinada en 1944, en cuya memoria se declaró el 25 de junio como el Día del Maestro—, y el escritor José Milla y Vidaurre, junto a miles de personas sin nombre que comparten una misma fosa común.

Pero para Jorge, lo más impresionante no son los nombres, sino la tranquilidad. “Aquí hay paz”, dice. “Y días alegres, como el dos de noviembre, cuando vienen los mariachis, las familias hacen pícnic y se siente que los muertos también festejan”.

El descanso eterno de María García Granados, la niña de Guatemala que inmortalizó José Martí. Al fondo don Jorge, uno de los trabajadores del camposanto. Foto: Alicia Utrera

Aun así, cada año, cuando se acercan las fechas del Día de Todos los Santos, vuelven los rumores: las voces, las sombras, los niños jugando entre las galerías vacías. Jorge sonríe al escucharlos. “Nunca he visto nada”, asegura. “He escuchado que otros sí, pero yo ya no les pongo coco”.

Y luego, como quien recuerda una historia que escuchó mil veces, añade: “Una vez Don Manuel, un señor que trabajaba aquí, vio a una muchacha vestida de negro. Le pidió ayuda para poner flores en una tumba. Fue a traer una pala y cuando regresó, se dio cuenta de que la lápida donde ella quería poner las flores… era la de ella misma”. Jorge se ríe apenas. “Ahí sí se asustó. Pero mire, en cuarenta años, eso es lo único que he oído”.

Antonio Monzón también trabaja entre los muertos. Tiene más de 80 y ha pasado mucho tiempo en el lugar, repartido en dos períodos; en este último lleva 25. Dice que, en todo ese tiempo, solo una vez escuchó una historia que de verdad lo hizo pensar. Fue hace un año y medio, cuando un señor vino a visitar la tumba de un familiar y no lograba encontrarla. Decidió tomarle una foto al lugar para no perderse la próxima vez. Pero al revisar la imagen, notó algo que no había visto antes: la figura de un encapuchado, como la muerte misma, parada frente al nicho.

“Yo no lo creí”, cuenta Antonio. “Pero la foto estaba ahí. Solo aparecía en la foto”.

Nichos de adultos cercanos a las fosas comunes, espacio destinado a los cuerpos y restos humanos no identificados o no reclamados por sus familiares. Foto: Alice Utrera

Desde entonces, no ha vuelto a ver nada parecido. Ni ruidos, ni sombras, ni voces. “Aquí la gente dice que pasan cosas, pero yo no las he visto”, explica. “A veces se oyen los niños jugar en las galerías del quince, pero cuando uno llega, ya no hay nadie. Tal vez sí hay algo, pero yo ya me acostumbré. Ya no me da miedo”.

Antonio conoce bien las rutinas. Sabe qué días llegan más visitantes y cuáles son los más tristes. “El primero de noviembre es alegre, lleno de flores, música, vendedores afuera. Pero también es el día en que muchos se dan cuenta de que sus familiares ya no están donde los dejaron.”

Lo dice por experiencia. Cada año, en estas fechas, muchas personas descubren que las tumbas de sus seres queridos fueron vaciadas. “Vienen con flores y cuando llegan, ya hay otra persona enterrada en el mismo lugar”, explica. “A veces no pagaron la renovación y los restos se fueron al osario general. Es triste, porque la mayoría ni sabía”.

El Cementerio General alberga más de 200 mil nichos, y la mayoría ya están ocupados. Para evitar quedarse sin espacio, cada año se realiza un proceso conocido como “estimación de oficio”, que permite liberar y habilitar nuevos lugares. Este año, el proceso comenzó en abril, cuando los entierros se trasladaron temporalmente al Cementerio La Verbena. Gracias a ello, se lograron recuperar alrededor de 5 mil nichos. En septiembre, los entierros volvieron acá, donde el ciclo continúa, como parte de una rutina que se repite año tras año para evitar el colapso del camposanto.

Byron Fuentes, asesor jurídico, explica que así logran mantener el lugar funcionando. “De lo contrario, ya habría colapsado”, dice. “Cada mes tenemos unas 400 inhumaciones, y solo así conseguimos espacio para las nuevas”.

Las fosas comunes, conocidas como el osario general, están a unos metros de las galerías. Son pozos enormes —de más de veinte metros de profundidad— donde descansan los restos de quienes fueron olvidados. Ahí ya no hay nombres, ni flores, ni visitas. Solo silencio.

“Eso es lo que más duele”, comenta Jorge. “La gente se olvida de los suyos. Se van del país, se mudan o simplemente dejan de venir. Pero aquí siempre hay alguien que los cuide, aunque no los conozca. Para mí, eso también es un tipo de cariño”.

A finales de la década de 1920, la familia Castillo mandó a construir el mausoleo egipcio, uno de los más llamativos del Cementerio General. Foto: Alicia Utrera

A su manera, Jorge y Antonio dan vida al lugar. Caminan entre los mausoleos egipcios, las tumbas chinas, italianas y alemanas que recuerdan que Guatemala fue, alguna vez, una tierra de inmigrantes. Se saludan con los jardineros, los albañiles, los cuidadores de flores. Y mientras afuera la ciudad bulle de tráfico y ruido, adentro el tiempo se mueve despacio.

“Este lugar es como una ciudad”, dice Jorge. “Tiene calles, barrios, historias. Aquí uno aprende a vivir tranquilo. La muerte ya no asusta”.

Al final del día, cuando las últimas familias se despiden y los vendedores recogen sus puestos, el Cementerio General queda en silencio otra vez. Las flores descansan sobre las lápidas, los mausoleos se reflejan con la luz del atardecer, y Jorge y Antonio siguen su recorrido, cuidando lo que otros olvidaron.

En este lugar, los vivos conviven con los muertos, pero no como en los cuentos de miedo: conviven en respeto, memoria y trabajo. Aquí, más que temerle a lo que yace bajo la tierra, se aprende a temerle a lo que se olvida arriba. Porque entre los vivos y los muertos, es la vida misma la que continúa enseñando, con paciencia, que recordar es también un acto de amor.

 
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UN MENSAJE DE G&T CONTINENTAL
Con 1.5 millones de clientes, G&T Continental celebra 78 años como líder financiero en Guatemala

Grupo Financiero G&T Continental conmemora 78 años de historia como una de las instituciones financieras más sólidas del país. En este aniversario, el banco reafirma el valor que lo ha acompañado desde 1947: la confianza de los guatemaltecos. 

La trayectoria del grupo inició con la fundación de la Aseguradora G&T, la primera en ofrecer pólizas propias en Guatemala. En 1962 nació el Banco Granai & Townson, enfocado en el ahorro y la vivienda. Tres décadas más tarde surgió Banco Continental, y en el año 2000 la fusión de estas entidades dio vida al Grupo Financiero G&T Continental.

La institución ha apostado en los últimos años por la innovación tecnológica. Su transformación digital comenzó en 2018 con el lanzamiento de GTCApp, la primera aplicación de banca digital propia. Desde entonces ha sumado tecnología sin contacto, billeteras electrónicas, agendas digitales y el uso de inteligencia artificial para personalizar la atención. El objetivo, afirma la institución, es simplificar la vida de los usuarios y mantenerse cerca de sus necesidades. 

Si quiere conocer más sobre su historia, lo invitamos a leer aquí el artículo completo.

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Alejandro Palmieri
Una primavera marchita

En los casi dos años de mandato del presidente Bernardo Arévalo, Guatemala ha presenciado un desfile de errores administrativos, pero sobre todo políticos, que pintan un retrato desolador de ineficiencia gubernamental. Lo que se promocionó como una “nueva primavera” de renovación democrática se ha convertido en un invierno de crisis mal gestionadas, donde la soberbia y la torpeza dominan sobre la humildad y la competencia.

El gobierno del Movimiento Semilla, prometió erradicar las malas prácticas del pasado, pero ha caído en los mismos vicios que criticaba, exacerbados por una nula capacidad para gestionar adversidades inevitables. Las crisis no son exclusivas de este régimen, pero su respuesta —o la falta de ella— lo hace percibir como inútil, alienando, incluso, a sectores que inicialmente lo apoyaron.

Uno de los pilares de esta percepción es la recurrente torpeza de los asesores legales del Ejecutivo. Un ejemplo emblemático ocurrió en diciembre de 2024, cuando se publicó el Acuerdo Gubernativo 258-2024, que fijaba el salario mínimo para 2025, pero con errores graves en los cálculos para el sector de maquilas y exportaciones. El incremento se infló erróneamente al 10.3 % en lugar del 6 % anunciado, obligando a una corrección y republicación en el Diario Oficial. Esta metida de pata no solo generó controversia y amplias críticas, sino que evidenció una falta de revisión básica, erosionando la credibilidad en políticas económicas clave.

Similar desatino se vio en el manejo del veto del Decreto 7-2025, argumentando riesgos de corrupción. Sin embargo, el veto se envió al Congreso a última hora, y pese a que el Ejecutivo sostenía que no requería publicación en el Diario Oficial para surtir efecto, lo publicó.

El Legislativo maniobró legalmente —de forma cuestionable, si se quiere— y publicó la Ley. Esta inconsistencia legal no solo expuso debilidades en la estrategia jurídica, sino que permitió a opositores políticos desafiar abiertamente al presidente, profundizando divisiones institucionales.

Corrupción, compras irregulares y viejos vicios bajo una nueva bandera

Las irregularidades en adquisiciones públicas en los puertos agravan el panorama. Además, en el Ministerio de Gobernación (Mingob), se denunció una sobrevaloración en la compra de 1000 patrullas a una firma china por más de GTQ 365M, sin transparencia adecuada, lo que se trajo abajo el evento. Estas compras dirigidas y sobrevaloradas recuerdan las prácticas nefastas de gobiernos anteriores, que Semilla tanto fustigaba.

No menos criticable es el nepotismo y las contrataciones de amigos. Pese a promesas de meritocracia, el gobierno ha recurrido a reclutamientos “a dedo” para puestos de confianza, incluyendo a partidarios de Semilla sin competencia abierta. Un caso notorio fue la contratación del fotógrafo presidencial —con emolumentos elevados— en plena retórica de austeridad.

El clímax de esta ineptitud llegó con la fuga de 20 peligrosos pandilleros de la Mara Barrio 18 de la prisión Fraijanes II. Este incidente desató la peor crisis del mandato, forzando la destitución del ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, y viceministros, tras días de silencio presidencial. La evasión expuso fallas históricas en el sistema penitenciario, pero también la incapacidad actual para prevenir y responder: refuerzos en fronteras, solicitudes de ayuda al FBI y promesas de nuevas cárceles llegaron tarde, mientras la inseguridad se dispara.

Lo que une a estos episodios es una gestión de crisis nula o pésima. Arévalo y su equipo exhiben soberbia, negándose a reconocer errores públicamente o pedir ayuda a, por ejemplo, el sector privado, el más afectado por el caos, pero el más interesado en que la cosa pública funcione.

En lugar de humildad, optan por discursos evasivos y culpas externas, como “fallas históricas” o conspiraciones. Críticas en redes y medios destacan esta actitud. “El gobierno ha mostrado una constante incapacidad para consolidar un rumbo político”, se lee en análisis editoriales. Esta parálisis no solo frustra expectativas, sino que perpetúa inestabilidad. Guatemala merece un liderazgo que afronte crisis con transparencia y colaboración, no con arrogancia. Sin cambios drásticos, esta “primavera” se marchitará en desilusión colectiva. 

 
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Por: Isabel Ortíz Caballeros

Por: Alicia Utrera