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El Ejército se llena de fondos, pero no de tropas

¡Buenos días!
Desde su despacho. El ministro de la Defensa Henry Saenz habla de las limitaciones de personal, pero también de las nuevas puertas que se abren para el Ejército.
¿Quién lo sostiene al frente de Gobernación? El repunte de homicidios no respalda al ministro Francisco Jiménez, pero cuenta con fuertes aliados.
En línea. El exviceministro Julio Rivera Clavería opina sobre el problema de resultados en seguridad y la responsabilidad de los funcionarios.
Cómo entender a una ciudad. José Orellana analiza el origen, concepto y fin de uno de los sitios más visitados en la capital de Guatemala.


MINISTRO DE LA DEFENSA NACIONAL
Ministro Henry Saenz:
“Haga usted sus números de seguridad, yo no se los voy a decir”

Por: Gérman Gómez
El general de Brigada Henry David Saenz Ramos, ministro de la Defensa Nacional, se presenta como el dirigente de una institución generadora de cambio y desarrollo para el país. Sin embargo, sucesos recientes, como el enfrentamiento entre narcotraficantes y las fuerzas de seguridad de México, deja muchas dudas sobre el resguardo de las fronteras. En ese hecho –que dejó cuatro muertos- el Ejército solo fue testigo.
¿Qué pasó en Huehuetenango? ¿Por qué no actuó el Ejército?
— Antes que nada, quiero iniciar con la génesis del problema: ¿hubo algún proyecto político que nos redujo a la mínima expresión como institución? Sí, y nos dejó a merced del país. Todavía pagamos los errores de las estructuras pasadas de los gobiernos.
Haga usted sus números de seguridad, yo no se los voy a decir, porque entonces solo con decirle mis números lo prejuicio para tener información a mi favor. La cantidad de elementos que tenemos es baja.
¿Cuáles son esas mediciones [datos]?
— El Salvador tiene más efectivos en relación con su territorio. Guatemala, en cambio, cubre una mayor extensión con menos personal. Si hacemos una simple comparación, veremos un déficit real de elementos. Una sencilla operación matemática lo demuestra.
El recurso humano y material que tenemos es deficiente.
A nivel nacional, ¿qué esfuerzos de seguridad hace el Ejército, en especial con los campamentos?
— El Ejército tiene una estructura a nivel nacional. Por obligación, respondemos a los artículos constitucionales 244 y 49. ¿Atender desastres naturales o defensa de la nación? Allí la disyuntiva. La defensa se hace desde las dos ramas, en especial durante emergencias reales.
Ahora tenemos a Huehuetenango [crisis de seguridad] por un lado, y en Cobán y Petén llueve [desastres naturales]. Nos toca responder a las dos realidades.

Las acciones son muy abstractas. ¿Qué hace la Defensa en estos casos?
— Como columna principal tenemos la transparencia. Les exigimos a los comandantes el uso más claro de los recursos. Ahora tenemos más recursos para asignarles alimentos a nuestros agentes. Esto nos permite tener mayor presencia en todo el país.
Le doy un ejemplo: durante años no pudimos operar ‘permanentemente’ en el mar, ahora sí. ¿Por qué? Tenemos mayor asignación de combustible y más alimentos.
¿Qué otros beneficios logró su gestión? ¿Hay más resultados?
— A finales de año viene un avión y helicópteros que adquirimos. También vamos a comprar nuevo armamento y será mejor. Ambos son pasos relevantes que nos van a dar “réditos” [renta y utilidades] a la Defensa. ¡Eso hacemos!
Regresemos a los datos: ¿por qué ocultarlos y no brindárselos a los guatemaltecos?
— ¡Fíjese que no es así! He tenido la política de comunicación que busca transmitir lo que hace el soldado. No lo del general. En esa línea, el soldado ahora sofoca incendios y rescata comunidades inundadas. Es decir, estamos en combate constante. Y lo informamos así…
Eso es lo que se necesita. Ahora le digo yo, como ministro de la Defensa, que debemos reconfigurar alguna línea de comunicación estratégica para que llegue “el sentido” de lo que usted me pregunta. ¿Qué sí hemos hecho? Eso lo quiero decir.
¿Cuéntennos las acciones concretas?
— Hemos ido al Congreso a decir: necesito que mi soldado gane el mínimo, por ejemplo. Aunque el soldado no recibe un salario, sino un estipendio mensual, es un ser humano y merece mejores condiciones de “trabajo”. El otro extremo son los jubilados militares. ¿Qué hacemos con ellos que ya sirvieron por 40 años al Ejército?
Actualmente, reciben asignaciones de jubilación de GTQ 300 y GTQ 380. Entonces, también fuimos al Legislativo a presentar un proyecto de ley para dignificar esa parte. Nos proyectamos para el beneficio de todos. La intención es decirle a la población: estos son los resultados y nuestras prioridades.

Si no se hubieran hecho las reformas en 2022 para ampliar el tiempo de servicio militar, su retiro habría iniciado el 27 de junio. ¿Qué planes tenía para ese momento?
— Tendría que haberme ido en ese marco legal. A mí siempre me ha gustado el ámbito académico y la docencia. Me proyecté para esa área. En eso estaría.
Se interpusieron recursos legales para que usted no siguiera al frente de la Defensa. ¿Cómo los interpreta?
— La resolución de la Corte de Constitucionalidad (CC) se seguirá como siempre lo hemos hecho [le permitió seguir en el puesto]. Y esta no será la excepción. Estamos ante el escenario de unos y otros: los que pusieron los recursos y los que no.
La interpretación de la CC va a decir: esta es la norma que se cambió y así debe interpretarse.
Ante el retiro inminente que le marca la ley a futuro, ¿a qué se va a dedicar?
— Le voy a contestar, pero sin la investidura del ministro de la Defensa. Le voy a contestar como persona. ¡Yo quiero estar en mi casa! Tengo una hija que estudia medicina y ya está en sus hospitales [en la etapa de residencia]. A mí me gusta cocinar y quiero hacerlo para ella.
Por ejemplo, si se va a Chimaltenango o a donde fuera, allí estaré. Quiero verla en su desarrollo profesional. Otra cosa que me hubiera gustado seguir en lugar de la carrera militar es la de agronomía. Entonces, de repente, siembre macetas o algo.
¿Qué tanto le consulta el presidente a su Consejo de Ministros?
— Antes que nada, hay que decir que es un ambiente con buena armonía. ¡Nos tenemos tanta confianza que podemos opinar! Todos los ministros lo tomamos de buena manera. Las opiniones suman, aunque, no necesariamente suman.
En consecuencia, las pláticas que genera el señor presidente son frecuentes y son para bien.

En la actualidad, ¿usted es el principal consejero del señor presidente, Bernardo Arévalo?
— Sí, soy el principal … En materia de defensa. Nada más.
¿Cómo es el proceso de convocatoria para la asesoría que dan los ministros?
— Hay dos formas de convocatoria. Si es competencia específica de la Defensa, me llama por teléfono y me dice “véngase”. Hablamos de la defensa y nada más.
Sí, es en el marco del Consejo de Ministros, nos comunican de forma oficial. Nos dicen: están citados al Consejo. Hay un documento oficial que lo registra y atendemos la convocatoria del señor presidente.
¿Cómo calificaría la gestión actual del presidente?
— El señor presidente ´está haciendo un gran esfuerzo por rescatar el estado de las raíces de la corrupción, que son muy profundas´. No quiero ser populista. ¡Estoy siendo honesto y real! El gran esfuerzo da la imagen de que no se articula y no se acciona en el país.
Sin embargo, años más adelante el pueblo de Guatemala verá los resultados. Todo lo hizo por lograr ese desmembramiento del Estado. Estoy seguro de lo que le estoy diciendo. Yo les diría a los guatemaltecos que sigan apoyando, porque no necesariamente habrá acciones concretas a mediano plazo.
Es muy abstracto lo del desmembramiento. En el caso de su cartera, se habla de que usted lo lidera y que tiene un enfoque ideológico. ¿Es cierto?
— Todo lo contrario. Le quiero decir: hemos tenido el mayor apoyo que un comandante general le pueda dar a su ejército en la era democrática. Ahora sí le doy los datos.
Tenemos el mayor presupuesto de la historia. Además, nos abrieron las puertas para comprar armamento, aviones de transporte y helicópteros. Pero no solo eso. Ahora estamos en la transición para comprar aviones para sofocar incendios.

¿Qué avances y datos puede compartir?
— La sola figura del presidente nos abrió las puertas que no teníamos abiertas, por ejemplo, en Alemania, Francia y España. Hemos ampliado los espacios en la República de Taiwán y en Estados Unidos. Repito, la sola presencia del señor presidente.
Adicionalmente, él ha confiado en la figura del ministerio para el desarrollo de la maniobra. Me quiero extender, porque este es el punto toral de la administración. Le digo y le pregunto, ¿quién dijo que el Ejército es de extrema de derecha?
¿Influye la corriente de izquierda en su gestión?
— El Ejército no tiene ideología, es institucional. Y se debe para servir a Guatemala. Ese es el desmembramiento que se hace ahora en la institución militar. Si todos están preocupados por la línea de la izquierda, les dijo que no se preocupen. Eso les repito.
Estamos desmembrando la ideología del Ejército de todos lados, la estamos institucionalizando para servir al país. Eso es lo que estamos haciendo. No hay más.
Suena muy bien el término desmembramiento, pero, ¿qué acciones concretas hace para quitar la ideología de la institución?
— Por ejemplo, hemos visitado el Congreso y… Hemos encontrado a ciertos diputados que tienen amistad con cierto grupo de oficiales, y quieren favorecer con empleos a sus amigos. Eso no está pasando y no va a pasar toda vez que el general Saenz esté dirigido por el presidente Arévalo.
¡Nadie pondrá políticamente a sus amigos en el Ejército!
Fotos: Diego Cabrera / República
¿Qué le pareció la entrevista con el ministro de la Defensa Nacional? |
Ana Gónzalez
Presión, críticas y apoyos: la balanza que explicaría la permanencia de Francisco Jiménez
630 palabras | 3 minutos de lectura

La gestión de Francisco Jiménez probablemente enfrenta el mayor desafío hasta ahora, debido al incremento en la tasa de homicidios. Aunque este hecho podría poner en riesgo su permanencia en el cargo, se asegura que el funcionario cuenta con respaldo dentro del gobierno que podrían sostenerlo. Resta por ver hasta qué punto estos apoyos serán suficientes.
Por qué importa. Gobernación es uno de los diez ministerios que no ha registrado cambios durante el gobierno de Bernardo Arévalo. Sin embargo, es también el que más ha estado bajo la lupa ciudadana debido al repunte de la inseguridad que afecta a gran parte de la población.
En los últimos meses, los datos han evidenciado un desgaste en la gestión de Jiménez, y cada vez son más las voces —incluso dentro del oficialismo— que consideran necesaria una renovación.
Algunos actores afines al gobierno han expresado abiertamente su inconformidad.
Tal es el caso de Juan Francisco Solórzano Foppa, quien no dudó en afirmar que retrocedimos seis años.
“Hemos retrocedido 6 años en materia de seguridad con este ministro de Gobernación”, escribió en su cuenta X.
Visto y no visto. Al intentar entender por qué Jiménez se mantiene en el cargo, algunos diputados consultados —fuera de grabación— sugieren que podría deberse al respaldo de Estados Unidos, lo que explicaría su continuidad al frente del Ministerio de Gobernación.
Otros van más allá y afirman que su permanencia responde, sobre todo, al apoyo de figuras clave dentro de la administración de Arévalo. Entre esos respaldos se mencionan a Werner Ovalle, actual superintendente de Administración Tributaria, y a Christian Espinoza, titular de la Secretaría de Inteligencia Estratégica del Estado, quienes serían aliados importantes para Jiménez.
La relación entre ellos no es nueva; se remonta a varios años atrás. Cabe recordar el paso de Jiménez en el Consejo Nacional de Seguridad, cargo al que fue nombrado luego de su destitución como ministro de Gobernación durante el gobierno de Álvaro Colom (2008-2012), puesto que ocupó durante apenas seis meses.
Algunas fuentes aseguran que los vínculos entre ellos se remontan incluso a 2007, cuando Jiménez asumió la Dirección General de Inteligencia Civil, creada bajo la gestión de la entonces ministra de Gobernación, Adela de Torrebiarte.
Datos clave. Ovalle fue nombrado viceministro antinarcóticos tras la designación de Jiménez. Durante su gestión, se reportaron resultados importantes: el decomiso de más de 18 000 kilogramos de cocaína y la erradicación de nueve millones de arbustos de hoja de coca.
Su labor ha sido bien vista por Estados Unidos, lo que refuerza su perfil dentro del gobierno. Por otra parte, Espinoza tuvo un papel clave como jefe de asesores de la bancada semilla en la legislatura anterior, cuando Arévalo era diputado.
Esa cercanía con el ahora presidente lo llevó a la Secretaría de Inteligencia Estratégica del Estado (SIE), donde se ha consolidado como uno de los principales asesores en materia de seguridad.
En círculos cercanos al Ejecutivo, incluso se considera que tiene mayor influencia en el tema que el propio Jiménez. El peso político y técnico de ambos podría estar jugando a favor del ministro, según fuentes consultadas.
En conclusión. Todo indica que la continuidad de Jiménez depende de un delicado equilibrio entre resultados cuestionables y respaldos estratégicos. Por ahora, sus alianzas parecen pesar más que su desempeño. La incógnita es: ¿hasta cuándo podrá sostenerse esta balanza?
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José Fernando Orellana
La ciudad como promesa civilizatoria: El legado de Léon Krier

I. La res publica, la res privata y la promesa de la civitas
Léon Krier entendía algo que muchos planificadores modernos prefieren ignorar: que la ciudad no es solo una acumulación de edificaciones ni un campo neutral de circulación. La ciudad verdadera —la que merece ese nombre— se compone de dos ámbitos inseparables: el espacio común que compartimos y el espacio privado que habitamos. La res publica (cosa pública) y la res privata (cosa privada). Solo cuando ambas conviven armónicamente emerge lo que los romanos llamaban civitas (ciudad): una comunidad política encarnada en una forma urbana.
La res publica, en el contexto del pensamiento de Krier no es sinónimo de espacio estatal. Es el conjunto de calles, plazas, parques, templos, escuelas y edificios cívicos que organizan la vida colectiva, dan rostro visible a las instituciones y permiten que el ciudadano se reconozca como parte de un todo. La res privata, por su parte, es el tejido cotidiano: la vivienda, el comercio, el trabajo, la vida doméstica. No se oponen; se complementan. Lo público no es lo opuesto a lo privado, sino su marco. Lo común no anula lo individual, lo enmarca, lo orienta, le da sentido.
Para Krier, la tragedia de la ciudad moderna es haber desgarrado esa relación. Al separar las funciones, al priorizar el automóvil, al aislar lo monumental en recintos y lo cotidiano en periferias, se desintegró la civitas. Se perdió la continuidad simbólica entre el ciudadano y su ciudad. Y con ello, se erosionó también la noción de comunidad.
Frente a ese vacío, Krier propuso algo profundamente radical en su sencillez: reconstruir la ciudad como un equilibrio entre lo público y lo privado. Restaurar la jerarquía espacial, la claridad funcional, la belleza como orden visible. Por eso insistía en plazas que articulen, en edificios cívicos que enmarquen, en una monumentalidad sobria que inspire sin imponer.
Quien ha caminado por Roma o París ha sentido esa armonía: calles que desembocan en plazas, fachadas que conversan entre sí, monumentos que orientan sin avasallar, proporciones humanas que no sofocan. Krier sostenía que esos principios no pertenecen al pasado ni a Europa: son recursos universales, válidos en cualquier lugar donde haya voluntad de civilización. Son, en el fondo, una arquitectura de la convivencia.
Y cuando se aplican con coherencia, los resultados son tangibles. En Guatemala, esa idea tomó forma en un proyecto urbano singular, planificado con su participación directa: Ciudad Cayalá. Allí, la interdependencia entre res publica y res privata no es teoría. Es experiencia diaria. Templos, plazas, espacios peatonales y edificios institucionales conviven con viviendas, comercio, cultura y servicios. La ciudad no gira en torno a una carretera, sino a un centro. No está fragmentada en funciones, sino tejida en un continuo. La Civitas, en este caso, no es un ideal clásico: es una realidad vivida.
II. Barrios completos: la crítica a la zonificación y la defensa del peatón
Pero el pensamiento de Krier no se limitaba a la simbología arquitectónica. Una de sus contribuciones más vigentes es su crítica a la zonificación funcional: esa visión moderna que segmentó la ciudad en compartimentos estancos —residencial aquí, comercio allá, industria más lejos— como si la vida humana pudiera parcelarse sin consecuencias.
Ese modelo, ampliamente adoptado en América, produjo ciudades desarticuladas, extensas, dependientes del automóvil y ajenas al sentido de barrio. El ciudadano dejó de vivir en la ciudad: empezó a atravesarla. La jornada se convirtió en una secuencia de traslados, el espacio público en un residual, y la comunidad en una abstracción.
Krier respondió con una propuesta simple y poderosa: el barrio policéntrico. Una célula urbana autosuficiente, con mezcla de usos, escala caminable, centro cívico propio y límites claros. No una ciudad interminable, sino una ciudad por partes. Como en las ciudades históricas, cada fragmento debía ser completo en sí mismo: escuela, iglesia, parque, vivienda, comercio, todo al alcance del paso.
La caminabilidad —convertida hoy en eslogan técnico— era para él una exigencia moral. Una ciudad que obliga al desplazamiento mecánico niega la vida común. Una ciudad donde no se puede caminar, no se puede convivir. Por eso rechazaba el suburbio monofuncional, los rascacielos indiferenciados y las megaestructuras anónimas. No por nostalgia, sino por urbanismo.
El barrio, para Krier, es la unidad básica de la civilización urbana. Y su diseño debe fomentar la cercanía, la legibilidad, la seguridad informal. La calle viva, la plaza jerárquica, la mezcla social, no son lujos: son condiciones estructurales de una ciudad habitable.
III. Lo clásico y lo humano: una modernidad con raíces
Krier también fue un defensor irreverente del lenguaje clásico. No por afán de estilo, sino por claridad. El lenguaje clásico —dijo muchas veces— no es anticuado: es legible. Es una gramática visual que permite al ciudadano comprender su entorno. Saber dónde está, qué función tiene cada edificio, qué significa cada gesto formal. Frente a la arquitectura contemporánea que muchas veces prioriza la expresión individual sobre la comprensión colectiva, Krier proponía un lenguaje heredado, depurado, evolucionado.
Esto no excluye la innovación. Excluye el ruido. La arquitectura, como el lenguaje, puede cambiar, pero debe seguir comunicando. Y la ciudad, como espacio colectivo, debe hablar con voz clara, no con jerga críptica.
También insistía en la escala humana. El gigantismo moderno —que se manifiesta en torres descontextualizadas y estructuras impersonales— fragmenta el espacio, impide la apropiación ciudadana y anula la continuidad urbana. Frente a eso, Krier proponía alturas moderadas, lotes estrechos, edificaciones contenidas. Una ciudad que no abrume. Que no expulse.
La modernidad, en su visión, no consiste en rechazar el pasado, sino en integrarlo. No es romper por sistema, sino continuar con sentido. Por eso, su propuesta es profundamente moderna en el mejor sentido: arraigada, crítica, proyectiva.
IV. Una ciudad abierta ante sus críticos
En este contexto, resulta predecible —aunque no menos frustrante— que proyectos como Ciudad Cayalá se conviertan en blanco de críticas ideológicas que reducen toda forma urbana a una lectura sociológica automática. Acusarla de “excluyente” o “elitista” es ignorar, voluntaria o estratégicamente, que se trata de uno de los pocos entornos urbanos en Guatemala donde familias de todos los estratos socioeconómicos pueden caminar, descansar, rezar, estudiar o trabajar sin temor, sin rejas, sin caos.
No es perfecta. Ningún proyecto urbano lo es. Pero en una ciudad marcada por la violencia, la dispersión y la informalidad, Cayalá ofrece algo inusual: continuidad, legibilidad, apertura, y una dosis concreta de civitas. Allí, lo público y lo privado están entrelazados. El suelo es privado, sí, pero el efecto urbano es público en la mejor acepción de la palabra: plazas, templos, cultura, instituciones y comunidad.
Lo que muchos perciben allí —aunque no siempre lo sepan nombrar— es precisamente esa armonía entre lo común y lo cotidiano. Una experiencia urbana que no expulsa ni encierra, sino que ordena y recibe. El hecho de que sea criticado por quienes han renunciado a imaginar alternativas viables no debería sorprender. Tampoco debería distraernos.
Léon Krier no dejó un catálogo de estilos. Dejó una pregunta esencial: ¿para quién estamos construyendo las ciudades? Si la respuesta no es “para el ser humano”, entonces todo lo demás es técnica sin alma. En Guatemala, esa respuesta encontró forma en un barrio donde la res publica y la res privata vuelven a dialogar. Y donde, por lo tanto, la civitas vuelve a ser posible.
Lecturas de fin de semana:
![]() Por: Ana González | ![]() Por: Alice Utrera, Marcos Suárez Sipmann y Miguel Rodríguez |